dissabte, 30 de juny del 2012

Yo pisaré las calles nuevamente

Horas después de ensayar el ultimo remake de la celebérrima escena del camarote de los hermanos Marx, versión sauna reivindicativa, alguien tuvo que aclarar algunos puntos a la autoridad competente:

- Pero es que nadie nos ha dicho que tenemos que irnos.
- ¿Como que nadie les ha dicho nada?

El perplejo mediador de la policía se dirigió hacia arriba, donde un alto jerarca del gobierno veía como se esfumaba la posibilidad del bailoteo y la copita de cava en la verbena de Sant Pere aquella noche, y se excusaba vía twitter de su señora esposa e hijos.

- Efectivamente, me confirman que tienen que abandonar el edificio.

- ¿Pero nos podemos quedar protestando un ratito?
- Bueno, pero no se vale ir a hacer pipí al lavabo ni entrar comida desde fuera, ¿vale?

Empezaba la ginkana. Mientras el alto jerarca del partido se preparaba para ver la semifinal lejos de los gritos de sus amigotes futboleros y del aroma del inevitable carajillo de ratafía, abajo empezaba el racionamiento de bocadillos de jamón dulce, con tomate, faltaría más. Algunos encontraron el ángulo muerto de las cámaras de seguridad para poder darse a la nicotina y otros sacaron el guisqui, Cheli, como en una discoteque. Por si fuera poca muestra de ingenio colectivo y espíritu de sacrificio, la intendencia logró confeccionar un sanitario a base de las botellas de agua que se iban gastando, y que con cierta destreza había que ir rellenando de manera colectiva.
Desde aquí, nuestras disculpas a las compañeras de la empresa de la limpieza del turno de la mañana, espero que hayan descubierto el arsenal sin tropezarse, aunque me temo lo peor.

- ¡Esto es una emergencia sanitaria, se me han acabado las chocolatinas!¡Que venga la Cruz Roja!

En un santiamén, llegaron los compañeros, con su chaleco y su cruz, se dieron el gusto de dejar el coche en medio de una Via Laietana cortada horas atrás, y procedieron a inspeccionar tamaño desaguisado.

- Si nosotros os comprendemos, pero está muy justito para ser emergencia humanitaria. Dice el inspector que podéis salir cuando queráis a beber y al baño.
- Pero están conculcando nuestro derecho a protestar.
- Pues por la "p" no me sale nada en el check-list, compañero.

Si no podía la Cruz Roja romper el sitio, lo harían nuestros diputados.

- Señora diputada, ¿qué lleva en el bolso? ¿Cómo sé yo que no le va a dar ese bocadillo de calamares a cualquier de los que está dentro?
- Es que me baja la tensión a menudo, de sopetón, y tengo que reponerme.
- Bueno, pase, por esta vez.

El tiempo pasaba y pese a que el señor mediador nos comunicó que estábamos cometiendo un delito, y que el señor inspector nos confesó que éramos los delicuentes mejor educados que había visto, nadie nos hacía caso. Alguien avisó de que otro compañeros llevaban veinte días encerrados, que se habían olvidado de ellos y que ya sólo pedían un poco de atención a través del twitter. Momento de pánico colectivo.

Ni nos desalojaban ni negociaban, aunque con cada cambio de guardia se vivían momentos de emoción.

- Todos juntos aquí, agarros los unos a los otros, bien fuerte, para que no nos puedan arrastrar.
- Pero si yo quiero irme a ver el partido y a tomarme una cerveza, ¡cómo me voy a resistir!

A los diez minutos de estar en semejante posición, chorreando todavía más de sudor, decidíamos disolvernos nosotros solos.  Repetimos varias veces la operación, pero a una hora razonable, todos buscamos acomodo, intentando dormir a pesar de los ronquidos hipohuracanados de algunos concursantes y la saturación del ambiente.

De pronto, como a las cuatro de la mañana, el alto jerarca del gobierno bajo de su despacho, cansado, ojeroso, pero orgulloso de su sacrificio para con la patria. Esa era la señal, ahora sí que nos desalojarían.

- Podríais haber venido a las once, ¿no?
- Además, queremos salir por la puerta grande, nada de salir por el parking.
- Pues venga -dijo el inspector desalojador- se me identifiquen y salgan de dos en dos.


Cuando mi escolta me llevó tras las líneas enemigas y hube abrazado a todos y todas las compañeras que nos esperaron hasta esas horas, me quedé contemplando la Via Laietana, desierta y reluciente por el brillo de la humedad sobre el asfalto. Y no sé por qué recordé a Julio y a un montón de amigos y amigas que me habría gustado también besar y abrazar, por los que sin duda habíamos decidido pasar casi un día encerrados.
Y me vinieron a la cabeza los versos de Milanés y confieso que al cantarlos para mí, se me hizo un nudo en la garganta, al ver aquella avenida, tan grande, vacía y franca para caminarla.

Me fui a dormir, satisfecho y en paz por haber vivido aquel día. 



2 comentaris:

  1. Renacerá mi pueblo de su ruina
    y PAGARÁN su culpa los traidores???

    buenísimo Miquel. Gracias por la sonrisa y sobre todo gracias por las ganas y esfuerzo de armar el pollo. Un abrazo desde muy lejos.

    Miguel

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  2. Esperemos que no tengamos que sentarnos en una Plaza a llorar por los ausentes...

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